
Entre historias
Autores: Niños y niñas de 4° "B"
Jorge es un niño que viene de una comunidad lejana de Cayambe, su familia está compuesta por sus papás y sus cinco hermanos, él es el primero de ellos. Tienen muchos terrenos en donde cultivan cebada, trigo y avena; pero por la falta de agua ya no han podido seguir cultivándolos.
Su padre consiguió un nuevo trabajo en una plantación de rosas y tuvo que dejar sus cosas para arrendar una casa en el pueblo para estar cerca a todo lo que necesitaba su familia. Sus papás salían muy temprano a trabajar, llegaban en la noche y siempre encontraban a sus hijos dormidos.
La escuela de Jorge queda muy cerca del parque y tenía muchos amigos, a pesar de ser nuevo. Un día en clases, su profesora le había contado que el Ecuador es un país que tiene muchas lenguas e historias que lo hacen único y les había hecho ver unas películas que relataban esas historias.
Se había quedado pensando en eso toda la tarde y decía que esas eran cosas inventadas y que ahora en la actualidad ya no existían. Con ayuda de sus hermanos se pusieron a arreglar la casa y llegada la noche se pusieron a hacer agua de menta para tomarla con pan antes de irse a dormir, mientras sus hermanos cocinaban, Jorge salió a la tienda para ir a comprar el pan.
Cuando salió a la calle vio que estaba vacía, se apuró para llegar a la tienda, para comprar el pan que necesitaba. De regreso a la casa vio aparecer a una señora vestida de negro que cargaba un bebé en la espalda con una sábana el que lloraba demasiado, Jorge se acercó a la señora para brindarle pan para que le dé a su hijo. Cuando lo hizo, la señora le pidió que baje un poco de la sábana que cubría al niño para darle el pan, cuando pasó esto, Jorge vio a un bebé que tenía unos ojos raros, eran brillantes; tenía también unas puntas de cachos que salían de la gorra que estaba puesto y por ahí se veía una cola que salía de su espalda.
Jorge se asustó al ver a este niño tan raro, pero se despistó tanto que no se dio cuenta que el niño había agarrado el pan y con una sonrisa en la que se veían unos dientes feos y puntiagudos le agradecía en kichwa. La mujer también agradecida porque el niño dejó de llorar, dio la vuelta para agradecer a Jorge. Cuando esto sucedió, Jorge vio que el rostro de la mujer de hueso, era una calavera, que de manera fría le sonrió y le dio gracias.
Jorge se asustó muchísimo y llegó pálido a la casa, cuando llegó no les dijo nada a sus hermanos para que no tengan miedo. Al siguiente día, camino a la escuela se encontró con unas señoras que estaban conversando, las saludó atentamente y pudo ver algunas cosas raras. La primera, una mujer no tan vieja, tenía un cuchillo lleno de sangre y un balde lleno de tripas, la otra una mujer vieja, que tenía una cabeza llena de canas y parecía que nunca se había peinado.

Ambas conversaban de comida, de cómo engordar a los niños y al marido; que para hacer eso, necesitaban de carne que debían ir a coger en la noche de un lugar en donde cada día hay carne fresca, un lugar en donde a todas las personas les llena de miedo estar solas; pero también hablaban de lo incómodo que es estar llena de pulgas y tener una boca escondida detrás de la nuca.
A Jorge le asustaba lo que escuchaba y corrió si mirar atrás hasta que llegó a la escuela, ahí se encontró a sus compañeros y a su profesora. Cuando iniciaron las clases, la profesora les seguía contando de más historias ecuatorianas, de pronto alguien golpeó la puerta. Jorge se apuró para abrirla y vio a un hombre, indígena, con sombrero y poncho, que decía que tenía una tarea muy importante que hacer antes que llegue el medio día.
Este hombre se presentó como Cantuña y le contó a la profesora y a los niños que debía arreglar el altar de la Iglesia de Cayambe antes del medio día porque o sino el diablo que andaba muy cerca en forma de bebé, le iba a quitar el alma y su cuerpo le iba a regalar a un par de mujeres que no paraban de cocinar y comer; después de contar todo, el hombre salió del aula y desapareció.
Jorge pasó todo el día pensando en lo que había pasado, no sabía si contarle a la profesora o a sus amigos o simplemente quedarse callado. Llegó la hora de irse a la casa, caminó pensativo y sin darse cuenta que un grupo de personas le estaba siguiendo. Cuando se fijó, vio que estaban: la mujer que cargaba con la sábana al niño, la que llevaba un cuchillo ensangrentado, la vieja que nunca se peinaba y Cantuña, el indígena que se fue temprano a la escuela.
Quería correr pero sus piernas no se movían, quería gritar pero su voz no salía, se quedó inmóvil y parecía que apenas respiraba, no sabía qué hacer; pero a pesar de su miedo miraba cómo se le acercaban estas personas. Callado y quieto escuchó lo que todos ellos le decían, que desde ese día tendría mucha suerte; que debe ir al altar de la iglesia y que ahí encontrará un cofre que tendrá el secreto para su suerte y la de su familia. Después de haber dicho todo esto, uno a uno desaparecieron y Jorge fue recuperando el movimiento de su cuerpo.
Pasaron los días y Jorge había olvidado lo que había sucedido, hasta cuando un día, sus padres le habían llevado a la iglesia a escuchar misa muy temprano. La familia se había sentado cerca al altar y mientras el padre daba su sermón, Jorge pudo ver que algo brillaba cerca al altar, se acercó con mucho cuidado y encontró una pequeña caja de color brillante que al abrirla tocaba una música extraña que llenaba de paz y alegría.
Jorge se llevó la caja a su casa y se dio cuenta que a veces las historias que nos cuentan no son todas de terror, algunas solo quieren enseñarnos a ser buenos y otras a comprender por qué existen algunas cosas a nuestro alrededor. Desde ese momento Jorge no dejó de investigar los cuentos y leyendas que existen en nuestro país y enseñarlos a sus compañeros y toda persona que conociera.
